La mujer que compró al árbitro

¡Cómo me hubiera gustado estar allí, mientras las dos hermanas forcejeaban con el Maestro como árbitro! Jesús se reiría muchísimo con ellas.

Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano. Marta quiere levantar a María, qué hace mi hermana ahí sentada, tan piadosa, mientras yo me deslomo poniendo platos y doblando servilletas. Pero Jesús prefiere que sea María quien siente a Marta: María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada. Está claro que María había comprado al Árbitro. No es difícil poner a Cristo de tu parte si te rindes a su palabra.

Ese dulce forcejeo debe existir en un seglar como vosotros. Debéis llevar a María por dentro y a Marta por fuera. Si vuestro corazón no está sentado, si no cuidáis los tiempos de oración y los prolongáis interiormente durante el día, de nada sirve vuestro movimiento. Y si, por estar todo el día en el templo, descuidáis vuestro trabajo o a vuestra familia, no agradáis a Dios.

Pero la mejor parte es la de María. Que sea ella quien tire de Marta. Mientras caminan los pies, no dejéis que el corazón se alborote.

(TOI27M)