La carne que redime nuestra carne

Las palabras de Jesús piden a gritos una explicación. Si, poco antes, aseguró que quien no comiera su carne no tendría vida, ¿por qué dice ahora que la carne no sirve para nada?

El Espíritu es quien da vida. Si la carne de Cristo da vida eterna al hombre es porque esa carne está traspasada de Espíritu. Nuestra pobre carne, herida por el pecado, no sirve para nada, porque sirve a la muerte, y la muerte es nada. ¿Acaso la comida, la bebida, el sexo, o dormir ocho horas diarias podrán burlar a la muerte? No pueden. En ocasiones, incluso te precipitan en ella. Todos esos falsos consuelos no son sino un narcótico que te hace olvidar la muerte y te sume en la mentira. La sentencia de Cristo sobre el poder de la carne es de una verdad inapelable. San Pablo la desarrollará con tintes dramáticos a partir de su propia lucha personal.

Y, sin embargo, la carne de Cristo redime la nuestra. Cuando un cristiano en gracia come, Cristo come. Cuando duerme, Cristo duerme. Cuando muere, Cristo muere. Y la resurrección de Cristo supone la esperanza cierta de que el cuerpo de quien ha muerto con Él resucitará.

(TP03S)