«Cumplidores» y «guardadores»
Me gusta el verbo «guardar» cuando lo pronuncia Jesús. No es lo mismo que «cumplir». Porque una máquina cumple su cometido, pero no guarda mandamiento alguno. Yo no quiero ser «cumplidor», pero sí quiero ser «guardador».
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
El cumplidor escucha el mandamiento y, a la voz de: «¡a sus órdenes!», se pone en marcha. Una vez cumplida la misión, marca una cruz en el recuadro correspondiente a la tarea y vuelve a sus cosas.
El «guardador», en cambio, es como la Virgen: escucha la palabra en lo profundo del alma, y la guarda en su corazón como se guarda un tesoro. La medita, la saborea, la acaricia y se deja acariciar por ella. Y esa misma palabra, que viene del Verbo de Dios, al ser meditada y saboreada se va cumpliendo a sí misma en la vida del «guardador». Poco a poco, como semilla que germina y se hace espiga, lo va llenando todo.
Cuando la semilla ha germinado, el «guardador» no dice: «misión cumplida», sino: El Poderoso ha hecho obras grandes en mí (Lc 1, 49).
(TP05J)