La Resurrección del Señor

Adviento – Página 2 – Espiritualidad digital

Levanta la vista, que está amaneciendo

Aunque, tanto en Adviento como en Cuaresma, la liturgia se vista de morado, ambos tiempos litúrgicos son muy distintos. La Cuaresma es un camino de tinieblas que culmina en la noche cerrada del Calvario para después recibir la luz, como un estallido, en la noche de Pascua. El Adviento, sin embargo, es como el amanecer: una luz que primero se presiente, después se va tornando claridad, y finalmente lo llena todo con la salida del Sol.

Hoy es domingo «gaudete», «alegraos». La luz presentida ya es claridad, y el horizonte va mostrando los primeros colores de la aurora. Nuestro profeta del Adviento, Juan, nos lo anuncia lleno de gozo: Este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.

Sé que tienes cientos de problemas, y multitud de motivos para estar triste. Pero no dejes que esas tinieblas cautiven tus ojos. ¡Levanta la vista, mira la luz que viene! ¿Has puesto ya el Belén en casa? Míralo y alégrate, que viene Cristo a iluminar tu vida. Clava en Él tus ojos, y conviértete, como Juan, en un Belén viviente.

(TAB03)

La pequeña profetisa

Mientras impartía catequesis a unos niños en fechas como éstas, cerca ya de la Navidad, les pregunté para qué había venido al mundo el Niño Dios. Una chiquilla de apenas ocho años levantó la mano y respondió sin dudarlo un segundo: «Ha venido para morir». Así profetizan los niños.

Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que han hecho con él lo que han querido. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos. A Juan lo mataron. A Cristo lo mataron. Ése es el camino que nos han marcado.

Nuestra misión no es congraciarnos con el mundo, sino anunciarle a un mundo secularizado la verdad de Dios. Con todas las consecuencias.

Si nos quedamos rezando en los templos, el mundo nos ignorará. Y si nos dedicamos exclusivamente a las obras sociales, nos aplaudirá. El mundo quiere una iglesia que no moleste, que se quede rezando en los templos y se dedique a obras sociales.

Pero si vivimos como santos en medio del mundo y proclamamos abiertamente la verdad, el mundo nos perseguirá. Y, según anunció mi pequeña profetisa, sabremos a qué hemos venido al mundo: a entregar la vida dando testimonio de Jesús.

(TA02S)

Comer… o no comer

De no ser por este texto, no sabríamos que habían llamado borracho a Jesús, ni que habían acusado a Juan de tener un demonio. Jesús, ciertamente, comía y bebía, pero no era un borracho, porque todo lo hacía con templanza. Y, en cuanto a Juan, todos los demonios estaban agrupados en las mismas personas que lo acusaban.

Vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Tiene un demonio». Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores».

En todo caso, ni a Juan ni a Cristo los desacreditaron porque les pareciera mejor o peor la comida o la bebida, sino porque no soportaban que nadie les dijera lo que tenían que hacer. Y es que, en este planeta de Dios, todo el mundo hace lo que le da la gana. Ésa es una máxima comprobada científicamente. Apenas encontrarás quien esté realmente dispuesto a obedecer.

Porque no se trata de comer ni de beber, sino, precisamente, de obedecer, de bailar al son que Dios toca. Ayunamos los viernes, procuramos ser austeros en Adviento, y comeremos y beberemos en Navidad. Y todo dando gloria a Dios, obedeciendo.

(TA01V)

La irrupción de Juan Bautista

profetasEntra el Adviento en su segunda etapa. Y cambiamos las promesas consoladoras de Isaías por la aspereza y los rigores del Bautista. Él es el segundo profeta del Adviento.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan. Juan fue un hombre violento que proclamó la violencia. No la violencia contra el prójimo, sino otra violencia más difícil y que requiere más temple: la violencia contra uno mismo. Él sabe que, sin sacrificio, no se alcanza el reino de Dios. Porque el reino de Dios es como una fuente situada en lo alto de un monte. La fuente es puro don, pura gracia, pero no beberás de ella si primero no realizas la ascensión. No hay mística sin ascética, no hay Navidad sin Adviento, y no hay Adviento sin Juan.

Es buen momento éste, mediado ya el Adviento, para que te preguntes si estás obedeciendo a Juan: ¿Estás procurando vivir con sobriedad, estás practicando la templanza? Ya sé que te han invitado a una comida de empresa y a tres cenas de amigos, pero, aunque asistas… ¿no sabes controlarte, y guardar en la mesa la presencia de Dios?

(TA02J)

El descanso del alma

Puedes tomarte un día libre, o un año sabático. Puedes dormir doce horas al día. Y, con todo y con eso, quizá sigas cansado, porque no es tu cuerpo el que está fatigado, sino tu alma.

¿Quieres aprender a descansar? No hay nada en este mundo que descanse más el alma que el saber que estás haciendo lo que Dios quiere; que te encuentras allí donde te llamó, en tu sitio, y que andas ocupado –con más o menos acierto– en lo que Él te ha pedido. Entonces sientes la paz de santo Domingo Savio, y podría encontrarte la muerte jugando al billar, que desde allí irías al cielo.

La ley del Señor es perfecta, y es descanso del alma (Sal 19, 8). Y dice hoy el profeta: Los que esperan en el Señor corren y no se fatigan, caminan y no se cansan (Is 40, 31). San Juan de la Cruz explica: «Quien anda en Amor, ni cansa ni se cansa».

Cuando hay quietud interior, hay descanso hasta en la Cruz. Tomad mi yugo y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque quien hace la voluntad de Dios está unido a Cristo en su interior, reposado y dormido en Él.

(TA02X)

Final alternativo basado en hechos reales

ovejasDar a las parábolas «finales alternativos» parece un atrevimiento, pero no lo es. Porque esos «finales alternativos» están «basados en hechos reales». Lo que quiere decir que Dios tenía su película ya escrita y preparada, pero nosotros nos salimos del guion.

Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en los montes y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, en verdad os digo que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

Y ahora suponed –final alternativo– que, cuando el pastor ha encontrado finalmente a la oveja y, lleno de alegría, va a cargarla sobre sus hombros, la oveja no se deja recoger. Y le dice al pastor que a qué ha venido, que la deje en paz, que ella ya sabe cómo orientarse y que puede volver sola. Y que, en todo caso, ni se le ocurra cogerla sobre los hombros; que le indique el camino, y ya volverá ella por sus propias patas. ¿Cómo se sentirá el pastor?

¡Cuánto le duele a Jesús nuestra prepotencia!

Viene el Señor a rescatarte. Déjate rescatar, no lo sepas todo.

(TA02M)

¿De verdad quieres ser salvado?

enfermos¡Pobres insensatos! Cuando el Señor devuelve la movilidad a las piernas del paralítico, dicen: Hoy hemos visto maravillas. Cuando le perdona los pecados, dicen: ¿Quién es este que dice blasfemias?

Rezamos a Dios para que nos libre de las enfermedades; le pedimos que salve a nuestra patria de políticos perversos; le rogamos que llueva cuando hay sequía, y le suplicamos que encuentre trabajo quien no lo tiene. Pero, por alguna razón, de nuestros pecados no queremos que nos libre. Somos como aquel padre del desierto que, mientras luchaba a brazo partido con un demonio, le gritaba: «¡Suéltame, demonio!». Entonces el demonio, sonriendo, le respondió: «Suéltame tú, que me tienes bien cogido».

Es hora de hacer recuento de nuestros verdaderos males, y de verdad. Porque el Señor viene a salvarnos de nuestros pecados, pero nosotros debemos estar dispuestos a desprendernos de ellos. Y no me refiero a pecados mortales apestosos, con quienes nadie está a gusto. Me refiero a esa soberbia que te lleva a juzgar a todo el mundo, a esa pereza que siempre encuentra excusas para no hacer lo que debe, a esa sensualidad que busca siempre lo más cómodo… ¿De verdad quieres que Cristo te libre de ellas?

(TA02L)

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