Una parábola para empleados

La parábola de los talentos es una parábola «para empleados». En la propia parábola se llaman «siervos», pero está claro que estaban sometidos a la legislación laboral: el jefe te da las herramientas, tú trabajas duro y, si cumples objetivos, después cobras lo acordado más la prima correspondiente. Es la parábola perfecta, por ejemplo, para aquel joven rico que preguntaba qué tenía que hacer para heredar vida eterna.

Pero si no te conformas con ser un «empleado» del Señor, si no te basta con tratarlo como a un jefe, y decides adquirir intimidad con Cristo (esa intimidad que asustó tanto al joven rico), llega un momento en que Dios te trata como a un hijo. Y, entonces, la parábola da un quiebro inesperado.

Porque en cuanto, unido a Cristo, miras al Padre y dices «Abbá», Dios te dice: Entra en el gozo de tu Señor. Y el Espíritu llena el alma de una alegría inefable que no has merecido ni ganado. Cristo trabajó por ti, y tú recibes el fruto de su entrega. Y te llenas de gratitud, comprendes que has cobrado por adelantado, y ahora quieres darle a Dios la vida entera, clavado con Cristo en la misma Cruz.

(TOA33)