Llevaba yo la comunión a una mujer que vivía en la miseria, y pregunté a sus hijos cómo permitían que su madre viviera en esa precariedad. Me dijeron que la madre tenía millones en el Banco. Cuando le pregunté a ella, me respondió: «Es por si me pasa algo»… Cuando le «pasó algo», los hijos dilapidaron los millones de la madre a la velocidad a la que gasta uno el dinero por el que no ha sudado.
Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?
¿Qué nos pasa con los bienes materiales? ¿Por qué razón las que deberían ser herramientas que nos permitan alcanzar el Cielo se convierten en grilletes que nos impiden caminar hacia Dios? Me dices que faltaste a Misa porque te quedaste esperando al técnico que venía a reparar la conexión a Internet… ¿De verdad valió la pena? ¿Perdiste la comunión… por unos gigabytes?
No es malo tener dinero. Pero empleadlo para llegar al Cielo, no para apartaros de Dios.
Termino con dos consejos, uno de san Pablo y otro mío: Aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra. Y moríos sin un céntimo.
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