Sabemos que llegará

Una de las mejores novelas que he leído en los últimos años es «El bar de las grandes esperanzas», de J. R. Moehringer. En las primeras páginas, un niño, hijo de padres divorciados, espera a la entrada de casa la llegada de su padre, quien le prometió llevarlo a un partido de beisbol. El padre no llegará, pero el niño no deja de esperar. Si el próximo coche que pasa es rojo, será el de mi padre. No, mejor si el siguiente es negro. No, mejor si no miro; cuando no mire, llegará el coche de mi padre. Pasa así horas y horas, aunque la madre lo invita a entrar en casa y le advierte de que su padre no va a venir…

Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Ese niño somos nosotros. El Señor nos ha prometido que volverá. Y miramos al cielo cada día esperando su regreso. Pero, en nuestro caso, nuestra madre, la Iglesia, nos invita a seguir esperando y nos promete que Cristo cumplirá su promesa. Por eso no desfallecemos.

(TOI29M)