Primeros flechazos y largos caminos

Los comienzos de las historias de amor son siempre hermosos. La escena que hoy nos presenta el Evangelio narra el primer encuentro, el primer flechazo que cautivó de manera inesperada a un publicano y lo llevó a ser apóstol de Cristo.

Vio Jesús a un hombre llamado Mateo sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Lo narra el propio Mateo. Casi le reprocharíamos el ser tan escueto, tan sobrio… No nos cuenta lo que sintió, qué revolución tuvo lugar en su alma en apenas unos segundos. Pero lo cierto es que los evangelistas suelen darse muy poca importancia a sí mismos.

En todo caso, en esta escena aún no tenemos a san Mateo. Tenemos al publicano Leví cautivado, fascinado por la llamada del Señor y entusiasmado. Pero entre la conversión y la santidad media un largo camino. Y ese camino estuvo jalonado por tres años de convivencia íntima con Jesús. Después vino la deserción, cuando Jesús fue arrestado. Después, el encuentro con el Resucitado. Después, la venida del Espíritu. Después, la proclamación del Evangelio. Después, el martirio y, después, el cielo. Así formó Dios a san Mateo.

Tú… ¿por dónde vas?

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