Nuestros «seguratas»

Me hace gracia ese afán de los apóstoles por proteger a Jesús:

Le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.

Parecen porteros de discoteca, guardando la entrada y controlando el acceso al Señor. Me recuerdan a nuestros particulares «seguratas», que nos son apóstoles precisamente. Me refiero a las mil preocupaciones, urgencias y turbulencias del día a día, que nos impiden recogernos en nuestro interior para ser allí tocados y bendecidos por Jesús. Quisieras adentrarte en ese santuario donde Cristo mora y reina por su Espíritu y, cuando a punto estás de sumergirte en ese silencio interior, te sale el «segurata» y, de un empujón, te saca fuera: «¡Dónde vas! ¿No sabes que tienes que hacer con urgencia una transferencia bancaria? ¡Mira, se te ha fundido una bombilla de la entrada! Ve a pedir hora al médico, que ya vas tarde. Tienes pendiente una llamada telefónica, respóndela ahora»… ¡Venga, a la calle!

Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis. Sólo siendo niños burlamos la vigilancia. Porque sólo ellos pueden dejar todo en manos de sus padres; saben que no tienen otra ocupación más que obedecer, disfrutar, amar y ser amados.

(TOP07S)