Los ojos, en la luz

Si miras al sol y lo ves oscuro, ¿dónde está la oscuridad? No en el sol, sino en tus ojos. Se te ha nublado la vista, te han cubierto las sombras y estás ciego.

Los escribas decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Tienen delante al Sol, y sólo ven tinieblas. Tienen enfrente a Dios, y sólo ven demonios. Quizá se aficionaron a mirar demonios, y así se les llenaron los ojos de sombras.

No me gustan esos cristianos que ven demonios por todas partes. ¿Les duele la cabeza? ¡El Demonio! ¿Pierden el autobús? ¡El Demonio! ¿Les disgustan los políticos? ¡El Demonio! ¿Les cae mal una persona? ¡El Demonio! Andan detrás de exorcismos e imposiciones de manos, cuando deberían buscar aspirinas y un psicólogo sensato. De tanto mirar al Demonio, se les ha llenado el alma de tinieblas. Son cristianos tristes.

Ya sabemos que los demonios existen, y que tratarán de perturbarnos. Pero lo que más les gusta es captar nuestra atención. Es preciso sufrirlos y, santamente, ignorarlos. Los ojos del cristiano tienen que estar fijos en Cristo, la luz que enamora y ahuyenta las tinieblas del alma. Sonríe.

(TOB10)