Los grandes vividores

Mirada desde lejos, la fe cristiana, para muchos, consiste en que todo lo que te gusta, o engorda, o es pecado. La mitad de las cosas que les gustan engorda, y bastante fastidiados andan ya con sus dietas. Entonces piensan que, si se hacen cristianos, tendrán que privarse también de la otra mitad, la que es pecado, para poder después ir al cielo…

Peor es que muchos cristianos también parezcan creerlo. Ven la misa como un deber penoso. Abúrrase cuarenta minutos a la semana, y después san Pedro le abrirá las puertas del Paraíso. Buscan siempre la misa más corta para que el trago sea más llevadero. Pobrecillos. Desde luego, no se les ocurriría ir a misa si no es día «de precepto», salvo los obligados funerales. Menudo disgusto se llevarán cuando descubran que el cielo es una misa interminable.

El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. La misa es el gran banquete, aperitivo del banquete celeste, y los cristianos somos grandes vividores, comedores y bebedores de manjares selectos. Y hasta que no disfrutemos de la Eucaristía como del mayor de los gozos, no estaremos preparados para disfrutar del cielo.

(TOA28)