Lo que sólo un niño puede alcanzar

Ante su Padre, a quien llamaba «Abbá», Cristo fue un niño durante toda su vida. Por eso era capaz de permanecer dormido en una barca agitada por las olas. Sólo los bebés que están en brazos de sus padres duermen así. También en la Cruz durmió como un niño, entregando primero el Espíritu a su «Abbá».

Dentro de unas semanas, Cristo se nos mostrará así, con la sencillez de un niño. A ese niño nos lo presenta Isaías capaz de domesticar leones, pero, a la vez, en su sencillez penetra los misterios inefables de su Padre. Porque las verdades que las palabras no pueden expresar sólo son accesibles a la sencillez.

Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños. Durante estas semanas, también nosotros tendremos que hacernos niños si queremos amarlo y ser amados por Él.

El Adviento es un período de decrecimiento, o, si lo prefieres, de abajamiento. Busquemos las virtudes que nos hacen niños: la humildad, la sencillez, la obediencia, la confianza, la docilidad, la mansedumbre… Acércate a la Virgen. Qué fácil es ser niño en sus brazos.

(TA01M)