La misión de la Iglesia

Conocéis bien cuál era la situación política de Israel en tiempos de Cristo. La Tierra Prometida estaba ocupada por Roma, y los judíos tenían la obligación legal de financiar con sus impuesto, al Imperio.

Los fariseos quisieron que Jesús tomara partido públicamente en aquel conflicto político. ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? Con esto pretendían, o bien enemistar a Cristo con Roma, o bien enemistarlo con los judíos rebeldes a Roma. Pero Jesús reconoció el rostro de Satanás detrás de aquellos hombres: Hipócritas, ¿por qué me tentáis?

Cristo cumplió siempre sus obligaciones ciudadanas: pagó sus impuestos, e incluso obedeció a Pilato reconociendo que el poder del Procurador le venía de lo alto. Pero jamás se declaró públicamente a favor ni en contra de Roma. No era ésa su misión. Él había venido a salvar a judíos y romanos.

Vosotros, los seglares, si os sentís llamados a ello, tomad partido, defended vuestras ideas en las cuestiones temporales; podéis hacer mucho bien en ese terreno. Pero jamás mezcléis a la Iglesia en esos asuntos. La misión de la Iglesia es proclamar las verdades eternas, no tomar partido en cuestiones temporales u opinables. Eso os lo ha dejado Dios a vosotros.

(TOA29)