Historias de la mili

Esto de contar historias de la mili es propio de abuelos, pero en mi parroquia ya hay abuelos de mi edad. Así que, desde mi «abuelez», ahí va: Estando en la Academia de Infantería de Toledo, me arrestaron por un doble motivo: fumar en formación y hablar durante la bendición de la mesa. Estaba desolado, no podía ir a casa el fin de semana. Y, mientras amargaba mis horas en la sala de arrestados, entró un teniente anunciando que el Rey iba a visitar la Academia. Para celebrarlo, todos los arrestados quedaban indultados. El grito de alegría que solté casi me cuesta un nuevo arresto.

El protagonista de la parábola, a quien llamamos «el siervo sin entrañas», tras haber sido perdonado, encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: «Págame lo que me debes». Se ve que no salió de muy buen humor de la casa de su amo. Era un necio.

Me lo dijo un sacerdote tras confesarme: «Vete muy contento». Desde que me ordené, repito esa frase a todos los penitentes. Quien no sale de la confesión lleno de alegría y dispuesto a perdonar, no sabe lo que ha recibido.

(TOA24)