Hazte pequeño

Cuando a Francisco de Asís le dijo Jesús: «Francisco, repara mi iglesia, que se desmorona», él pensó que se refería a aquel templo derruido de san Damián. Lo reparó, y después el de Nuestra Señora de Los Ángeles. Pero Jesús le hizo ver que no se refería a un templo, sino a la Iglesia de piedras vivas, herida por los pecados de los hombres. Francisco se desmoronó. ¿Cómo él, un pobre hombre, podría restaurar la dignidad de la Iglesia universal?

Acudió Francisco al papa Inocencio III, también conocido como el «Imperator Universi», uno de los papas con más poder en toda la Historia. Y el Papa no lo tomó en serio. Pero su sucesor, Honorio III, soñó con un hombrecillo que sostenía la Basílica de Letrán para que no se desmoronase. Y llamó de nuevo a Francisco, y le dio su bendición para que viviera según la pobreza evangélica.

Y la Iglesia cambió y se regeneró, iniciando el ascenso que la llevaría a las cumbres de Trento. Porque un solo hombre santo puede más que todos los poderosos de este mundo.

Es semejante a un grano de mostaza… ¿Quieres cambiar el mundo? Con la gracia de Dios, puedes. Hazte pequeño.

(TOI30M)