Excusas razonables

En cualquier otro caso, serían excusas razonables: Déjame primero ir a enterrar a mi padre… Déjame primero despedirme de los de mi casa… El propio Elías se lo permitió a Eliseo cuándo éste le pidió: Déjame ir a despedir a mi padre y a mi madre y te seguiré (1Re 19, 20). Pero, cuando es Cristo quien llama, las «excusas razonables» se convierten en cadenas.

Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios… Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios. Semejante respuesta sólo puede entenderse si viene del propio Dios. Porque fue Él quien te encomendó que cuidaras de los tuyos. A Él le importan ellos más que a ti. Y puede cuidarlos mucho mejor de lo que los cuidarías tú.

No temas. Olvida esas «excusas razonables». Tu familia no saldrá perjudicada por tu entrega a Dios, porque, si tú te cuidas solamente de Cristo, Cristo mismo se hará cargo de tus seres queridos.

¿Habrá dolor? Siempre lo hay. Pero de ese dolor vendrá la salvación. Ya es hora de que entiendas que los tuyos no son tuyos, sino de Dios.

(TOI26X)