Esta multa me la ha pagado alguien

Realizando un adelantamiento, por apenas unos metros rebasé la línea continua. Y, poco más allá, me esperaba un guardia civil con bigote que detuvo mi automóvil. Bajé la ventanilla, el guardia se fijó en mi alzacuellos, y me dijo: «Tengo dos opciones: o le perdono la multa y voy a la cárcel, o le multo y voy al infierno. Márchese, padre». He rezado por él desde entonces. No quiero que vaya a la cárcel ni al infierno.

Pero Jesús no perdona los pecados como perdona una multa un guardia civil. El guardia se permite hacer bromas mientras practica la misericordia; Jesús, en cambio, perdona los pecados padeciéndolos, sufriendo cada uno de ellos.

Hijo, tus pecados están perdonados. Fue gratis para el paralítico. No para Jesús. Jesús sufrió, en la cruz, todos y cada uno de los pecados de aquel hombre. Y los tuyos. Y los míos. Cuando vamos a confesar, la absolución nos sale gratis. A Él no.

Por eso, cuando, ante una tentación, el demonio te susurre: «No pasa nada, luego te confiesas y te lo perdonará el Señor», no le escuches. Más bien, piensa: «Si peco, lo tendrá que sufrir el Señor». Aunque a ti te salga gratis.

(TOP01V)

“Evangelio