El pobre rico

Qué ridículo es el hombre cuando se empeña en hacerse rico a sí mismo, y tan empeñado anda en acumular riquezas que no se deja enriquecer por Dios con los tesoros verdaderos.

Las tierras de un hombre rico produjeron una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos… Cálculos que consisten en sumar piedras del río, cuando en casa todo el oro de tu padre te pertenece. ¿Imaginas a un hombre que fuera rebuscando comida en los cubos de basura, cuando en la casa paterna tuviera alimento abundante y valioso? Pero tan afanado anda en buscar inmundicia, que no va al hogar para dejarse alimentar. ¿Qué le dirías? ¡Necio! Así llama Dios al «pobre rico» de la parábola.

Va, en primer lugar, por nosotros. Asistimos a Misa y comulgamos. Confesamos nuestras culpas y recibimos en nuestras almas toda la sangre de Cristo que nos limpia. Somos los niños mimados de Dios, Él nos regala riquezas celestiales. No vayamos después mendigando consuelos de las criaturas. No queramos comer lo que encontramos en el suelo, cuando se nos ofrecen delicias celestes.

Y recordemos a muchos que no lo saben que tienen una casa, un Padre, y un alimento sublime esperando en la mesa.

(TOI29L)