Cuando sólo ves tierra

Aquella mujer que languidecía en la sinagoga, encorvada, sin poderse enderezar de ningún modo, sólo veía el suelo. Sus ojos barrían el polvo de los caminos, los desechos que la gente arrojaba, los excrementos de los animales y el barro que se formaba los días de lluvia.

Pero no siempre había sido así. Cuando era niña, conoció la luz del sol, las formas juguetonas de las nubes, las cimas desafiantes de los montes y las preciosas copas de los árboles. El recuerdo de aquello era la única lámpara que iluminaba su alma. Por eso, cuando Jesús le impuso las manos y la sanó, inmediatamente se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Y así la tristeza se convirtió en gozo.

Pienso en tantos que viven sin fe, encorvados, con la mirada en tierra. Sólo viven para este mundo y para los falsos consuelos de la carne, no hay Dios ni cielo para ellos. Pero, a diferencia de esta mujer, no añoran la eternidad, porque nunca la conocieron. Y pienso que su única salvación es que aparezca, junto a ellos, alguien que vive de pie, y la alegría y el cariño de ese alguien, al sorprenderlos, los invite a alzar la vista.

(TOI30L)