Ayunos laicos y cuerpos entregados
No sé si he cometido una imprudencia, pero a las personas que, durante las pasadas navidades, se me acusaban de haber comido demasiado les he respondido que era Navidad y que comiesen lo que quisieran, que no era pecado. Quizá el pecado sea mío, porque a veces pienso que lo que les duele no es tanto el pecado como el haber ganado kilos. Bah, ya adelgazarán… o no.
Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. Los discípulos de este mundo también ayunan. En cuanto terminan las navidades, comienza esa cuaresma laica de ayunos intermitentes y gimnasios frecuentes, con todo tipo de ejercicios ascéticos que no llevan a más mística que la del espejo.
Nosotros procuramos cuidarnos, porque nuestros cuerpos son templos de Dios y no nos pertenecen. Pero no adoramos al cuerpo. Si ayunamos, no nos mueve el afán de recuperar la línea (menuda línea, siempre acaba en curva por más que te empeñes), sino el deseo de unirnos a la Cruz de Cristo con nuestras pequeñas privaciones.
Y, dicho esto, ya hace ocho días que acabaron las navidades. No te vendrá mal ayunar un poco, para así recordarle al cuerpo que debe servir a Dios.
(TOP02L)