La Resurrección del Señor

1 julio, 2023 – Espiritualidad digital

¿A papá o a mamá?

¿A quién quieres más, a mamá o a papá? ¡Qué pregunta tan cruel! No metáis al niño en líos, por favor. Pero si el propio Dios se te presenta, y te pregunta: ¿A quién quieres más, a mamá o a mí?… tienes un problema.

El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí. ¿Tengo, entonces, que tener cuidado de no amar demasiado a mis seres queridos, no vaya a ser que los ame más que a Dios?

Respuesta: NO. Puedes y debes amar sin medida, siempre que tus afectos estén depositados en Dios. Porque, entonces, amas a Dios amando a los tuyos. Tus seres queridos son las manos de Dios pidiéndote amor.

El problema viene cuando fijas tu vista en una criatura, porque, en ese momento, dejas de fijarte en Cristo, y ese amor se convierte en cadena y te aparta de Dios. Si notaras que, cuanto más cerca estás de una persona, más lejos te sientes de Dios, mejor rompe esa atadura y recupera tu libertad para entregarte a Cristo.

(TOA13)

Los cuentos y la Verdad

El genio de la lámpara, el hada madrina, los duendes y los magos… La literatura está llena de figuras que, con su aparente omnipotencia, remedian de una forma más o menos simpática la impotencia del hombre. Sin realizar el más mínimo esfuerzo, con un chasquido de dedos o un movimiento de la varita mágica, ellos le obtienen todo lo que él no puede alcanzar.

Si el Evangelio fuera un cuento, Jesús sería un mago. Pero, como el Evangelio es el relato del acontecimiento más grande de la Historia, en sus páginas no hay lugar más que para la verdad, muy distinta de los cuentos. El mejor resumen del pasaje que hoy meditamos, en el que Cristo pasa entre los hombres sanando enfermedades, se encuentra en la cita final: Él tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades.

Cristo no es un hada madrina. Cada curación, cada absolución, cada bautismo, cada misa le han costado toda su sangre. Para librarnos del pecado y de la muerte, Él ha tenido que sufrir nuestras culpas y morir en una cruz. No lo olvidemos. Quien, antes de pecar, piensa: «No importa, luego me confieso», olvida que esa absolución no le saldrá gratis… al Señor.

(TOI12S)

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