La Resurrección del Señor

junio 2023 – Espiritualidad digital

¡Oh, toque delicado!

leprosoLos milagros de Jesús son parábolas en acción. Su significado va mucho más allá de la materialidad del signo. Ante cualquier milagro, el creyente debe situarse en actitud de escucha, como ante una palabra, y preguntar al Espíritu y a la Iglesia: ¿Qué me está diciendo Cristo?

Extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio». Con este gesto, que apenas duró unos segundos, Jesús señaló gracias que pueden durar toda la vida.

Señor, si quieres, puedes limpiarme

«Señor, si quieres, hazme santo. ¿Quieres que sea santo? ¡Claro que quieres! Y, si Tú lo quieres, y lo quiero yo, ¿por qué no me tocas, como al leproso, y me santificas?»

Porque ese toque del Señor dura una vida, el tiempo en que, poco a poco, se completa en tu carne lo que falta a su Pasión (cf. Col 1, 24). Ese toque es, también, el «cuerpo a cuerpo» con que os unís en cada comunión. Y el llevar, en tu corazón, los sentimientos de Cristo.

Es cierto, la santidad sucede cuando te dejas tocar. Así lo entendía san Juan de la Cruz: «¡Oh, mano blanda, oh toque delicado!». Bendito toque, dulce abrazo, que va llenando de Amor la vida.

(TOI12V)

Consumidos por el Fuego

Cuando Pedro exclamó: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, no sabía lo que decía. Al menos, no en toda su profundidad. A lo largo de los siglos, la Iglesia, asistida por el Espíritu, ha ido profundizando en las Escrituras y extrayendo sabiduría de ese manantial. Ni Pedro ni Pablo habían leído a santa Teresa, ni a santo Tomás. Sin embargo, ellos habían tocado el Misterio. Y, arrollados por la fuerza impresionante de aquella primera detonación, se consumieron en el anuncio del Evangelio hasta dar la vida.

Nosotros hemos leído a santo Tomás. Sabemos más que ellos… pero nos hemos sentado. Nos falta celo, nos falta pasión, nos falta fe. Desde que nos hicimos ricos, mucha gente acude al templo a relajarse, no a encenderse. A algunos no les gusta que la predicación los alborote, por qué gritará ese cura, qué le pasa.

Me he acordado de san Francisco Javier, cuando decía que quisiera ir a La Sorbona y sacar de allí a tantos estudiosos para que anunciaran el Evangelio a los pobres. Así imagino a Pedro y Pablo: entrando en nuestros templos y alborotando a los cristianos para que se levanten y alumbren de nuevo el mundo.

(2906)

Perfume de Dios

A un cristiano no se lo reconoce porque lleve colgado un crucifijo en el pecho; eso está bien para los obispos, pero no es necesario que los seglares parezcáis obispos, monjes o monjas. Tampoco se reconoce a un cristiano porque lo veas salir del templo. A un cristiano se lo reconoce, sobre todo, por su vida. Es como los demás, pero no vive como los demás. ¿Cómo decirlo? Su vida huele a Dios.

Por sus frutos los conoceréis. Hay que acudir a san Pablo para entender estas palabras del Señor: El fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí (Gál 5, 22-23).

No penséis en grandes obras; ni siempre las hay, ni hace falta que las haya. Pensad, como os he dicho antes, en el perfume. Estás con un cristiano, y el ambiente se llena de un amor, una paz, una alegría, una bondad nada escandalosas, pero… da gusto estar con él. Luego, cuando os separáis, el perfume te ha impregnado: te sientes en paz, te sientes alegre, te sientes –incluso– mejor persona.

Claro, ahora lees esto y piensas: ¿Seré cristiano yo? Reza, abrázate a la Cruz. Imprégnate del buen olor de Cristo.

(TOI12X)

Anchuras estrechas y estrecheces anchas

Dos puertas, dos caminos, dos destinos… dos formas de vivir.

Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos.

¿Cómo saber cuál de los dos caminos estás recorriendo? Porque a quien va por el camino ancho siempre le acaba pareciendo estrecho; nunca se siente «a sus anchas» y se queja constantemente. «¡Es que somos pobres!», me decía una persona que vivía en un chalet, contaba con dos coches, estaba suscrita a varias plataformas de tv y, además, iba a misa los domingos. Ya se ve que el camino nunca es lo suficientemente ancho.

Mientras que quien va por el camino estrecho se acaba reconciliando con la estrechez, la acepta con mansedumbre, y no se queja de nada. Es curioso que la frase «quien a Dios tiene nada le falta» fuera escrita por una monja de clausura que vivía en la pobreza más absoluta.

O sea, que quien tiene a Dios y una vida regalada nunca tiene bastante, y quien tiene sólo a Dios siente que nada le falta. Saca tus conclusiones.

(TOI12M)

Al pan, pan, al vino, vino, y al hombre, reverencia

Ya no se dice mucho, y se practica menos, pero es urgente recuperar ese refrán que nos invita a llamar «al pan, pan, y al vino, vino». Además, es muy eucarístico. Supongo que el día en que lo olvidamos fue cuando comenzamos a llamar al aborto «interrupción del embarazo» y al homicidio de los enfermos «muerte digna».

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Este precepto evangélico no es una invitación a la ingenuidad. Por seguir con uno de los ejemplos del párrafo anterior, si me consta que una mujer ha abortado, tendré que aceptar que se ha derramado la sangre de un ser humano indefenso, y que ese pecado clama al cielo como clamaba al cielo la sangre de Abel. Al pan, pan, y al vino, vino.

Pero cuando tengo delante a la persona que ha cometido ese crimen, debo arrodillarme, porque estoy ante un misterio. Quizá no sé nada de su infancia, de sus padres, de su historia de sufrimiento, de sus debilidades, de su formación… Sólo Dios, que conoce el interior del ser humano, puede juzgar a una persona. Y lo hará con verdad, con justicia, y con misericordia. Lo que a mí me corresponde es rezar.

(TOI12L)

Bajo el abrazo de Dios

Siempre me ha gustado esa frase del salmo 31: Todo me da miedo (Sal 31, 14). Me hace sentir en casa.

Y me hace entender, como una respuesta a esa humanidad nuestra tan temblorosa, las tres veces que el Señor, en el evangelio de hoy dice: No tengáis miedo (a los hombres). No tengáis miedo (a los que matan el cuerpo). (Por eso) No tengáis miedo. Es como la voz de un padre que abraza a su hijo tembloroso y le dice: «Estoy aquí, estoy contigo».

La oración acalla los miedos en lo profundo del alma. Y, aunque la carne siga temblando, en el espíritu se posa la paz. Sabes que el Dios que te creó te ama, te cuida y te protege. Que no permitirá nada que no sea para tu bien. Que, si no te apartas de ese abrazo, puedes estar seguro de que lo que te está sucediendo ahora es lo mejor que podría sucederte.

Por las tres veces en que dice: No tengáis miedo, una sola vez dice: Temed. ¿A quién? Al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. Al pecado. A ese movimiento que te aparta del abrazo de Dios.

(TOA12)

«Dios es favorable»

En gran parte de los casos, desgraciadamente, hoy los nombres no significan nada. Antes los nombres venían del cielo, porque los padres los tomaban del santoral para sus hijos. Pero ahora está de moda sacar el nombre del cine o de la imaginación, como se hace con las mascotas. Y uno acaba bautizando a niños sin poder invocar a ningún santo homónimo que los proteja. ¡Si al menos ellos fueran santos, podrían proteger a las Lúas, Anaís y Yésicas que vinieran detrás!

Juan es su nombre. ¡Bien dicho, Zacarías, o, mejor, bien escrito! Porque el nombre de Juan vino del cielo, y significa «Dios es favorable», es decir, Dios no está enfadado. Y es que Juan marca ese momento de gracia en que la antigua alianza da paso a la nueva. La hora de Juan hace estremecer a la Historia. Todos los profetas anunciaron a Cristo, pero el hijo de Zacarías lo tocó. Por eso su profecía, desde el seno materno, es alborozada y precipitada; por eso muere con prisa, agotando en su martirio esa voz que señalaba al Verbo.

Toda la vida de Juan se resume en una palabra: Cristo. Si hubiera que resumir la tuya, ¿qué palabra usarías?

(2406)

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