¡Oh, toque delicado!

leprosoLos milagros de Jesús son parábolas en acción. Su significado va mucho más allá de la materialidad del signo. Ante cualquier milagro, el creyente debe situarse en actitud de escucha, como ante una palabra, y preguntar al Espíritu y a la Iglesia: ¿Qué me está diciendo Cristo?

Extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio». Con este gesto, que apenas duró unos segundos, Jesús señaló gracias que pueden durar toda la vida.

Señor, si quieres, puedes limpiarme

«Señor, si quieres, hazme santo. ¿Quieres que sea santo? ¡Claro que quieres! Y, si Tú lo quieres, y lo quiero yo, ¿por qué no me tocas, como al leproso, y me santificas?»

Porque ese toque del Señor dura una vida, el tiempo en que, poco a poco, se completa en tu carne lo que falta a su Pasión (cf. Col 1, 24). Ese toque es, también, el «cuerpo a cuerpo» con que os unís en cada comunión. Y el llevar, en tu corazón, los sentimientos de Cristo.

Es cierto, la santidad sucede cuando te dejas tocar. Así lo entendía san Juan de la Cruz: «¡Oh, mano blanda, oh toque delicado!». Bendito toque, dulce abrazo, que va llenando de Amor la vida.

(TOI12V)