La Resurrección del Señor

4 mayo, 2024 – Espiritualidad digital

Un cero pelotero

Se me acercó en cierta ocasión una persona, y con estas palabras me entregó el balance de su vida: «Mire, padre, yo voy a ir al cielo con un cinco. Porque, si Dios me pide que lo ame sobre todas las cosas y ame al prójimo como a mí mismo, la primera mitad la cumplo, quiero mucho a Dios, pero al prójimo no lo quiero nada en absoluto».

Y se quedó tan fresco. Acababa de hacerme el retrato perfecto de la falsa religiosidad. Es la espiritualidad burguesa del consumidor de religión, que se arrodilla en la iglesia y podría decirle a Dios: «Qué bien estoy aquí contigo, y no ahí fuera aguantando a mi familia, a mis vecinos o a mis compañeros de trabajo. Menudos pelmazos».

Le dije que llegaba tarde. Hace tiempo que esos dos mandamientos se convirtieron en uno: Que os améis unos a otros como yo os he amado. No tenía un cinco, sino un cero. Pelotero.

La verdadera religiosidad busca en la oración el Amor de Cristo, y encuentra en el prójimo el motivo para amar a Cristo. Sólo rezas de verdad cuando sales de la oración con deseos de entregar la vida a tus hermanos.

(TPB06)

La iglesia que el mundo quiere

Poco antes de morir, víctima del odio de los hombres, Jesús anuncia a los suyos: Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya, pero como no sois del mundo, por eso el mundo os odia.

Pero… ¿y si no nos odia? ¿No será ésa la señal de que hemos perdido definitivamente el camino?

Quienes afirman que el mundo quiere acabar con la Iglesia se equivocan. El mundo no quiere acabar con la Iglesia, porque ha aprendido que la Iglesia es más fecunda cuando es más perseguida. Lo que quiere el mundo es una iglesia que no moleste, que no le denuncie su pecado, que se recluya en los templos para orar y sólo salga de ellos para realizar labores sociales. A esa iglesia el mundo la ama, e incluso está dispuesto a premiarla con alabanzas… Siempre y cuando no se empeñe en gritar la verdad.

Al mundo no le molesta que recemos, ni que asistamos a los pobres. Le molesta que hablemos de Cristo a quienes no lo conocen. Por eso, si el mundo no nos odia… Termina tú la frase.

(TP05S)

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