Por mi parroquia pueden pasar, cada semana, entre doscientas y quinientas personas. En verano, bastantes más. De todas ellas, apenas habrá unas cuantas decenas que colaboren en las tareas parroquiales. A los catecumenados quizá asistan unas cien personas.
¿Qué sucede con los demás? Acuden a Misa, pero apenas hacen «vida parroquial». Algunos forman parte de movimientos e instituciones de la Iglesia que no están centrados en las parroquias. Otros procuran vivir su cristianismo y alcanzar la santidad; confiesan y comulgan frecuentemente, pero no se sienten llamados a participar de las actividades parroquiales. ¿Son, por ello, menos cristianos que los demás? ¿Están más lejos de la santidad que los catequistas, o los feligreses que suben a hacer las lecturas durante la misa?
– Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre y, como no es de los nuestros, se lo hemos querido impedir. –No se lo impidáis: el que no está contra vosotros, está a favor vuestro.
Las parroquias son cauces de gracia maravillosos. Pero no las convirtamos en tubos por los que tenga que pasar toda la acción del Espíritu. A ver si los párrocos vamos a terminar enfadándonos porque haya gente que se santifique sin nuestro permiso.
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