La Resurrección del Señor

10 junio, 2023 – Espiritualidad digital

Supón que…

En este día del Corpus quiero proponerte un ejercicio para tu oración.

Supón que sólo pudiéramos comulgar una vez en la vida. ¿Cómo nos prepararíamos para esa comunión?

Cuando ese día maravilloso se acercara, iría creciendo nuestra ilusión por momentos. «Dentro de tres días recibiré a Cristo», «dentro de dos días recibiré a Cristo», «¡Mañana recibiré a Cristo!»…

Quizá nos costara dormir la noche antes. Y, al llegar el alba, nos latiría fuertemente el corazón: «¡Voy a recibir a Cristo!». Desde luego, por nada del mundo llegaríamos tarde a esa misa. Procuraríamos estar allí antes de que comenzase, para prepararnos bien por dentro. ¿Cómo iríamos vestidos? Te diré cómo no: en ropa de paseo.

La comunión sería ferviente, quizá llorásemos. Y, desde luego, no saldríamos de la iglesia al terminar la misa. Querríamos quedarnos allí, dando gracias, el tiempo que permanecieran en nuestro cuerpo las sagradas especies.

La Iglesia, que es madre, te dice: «Como Cristo te ama tanto, podrás comulgar todos los días». En respuesta, ¿lo amarás tú menos, convirtiendo en rutina la comunión, llegando tarde y mal vestido a misa, o dejando de asistir con la excusa de que tienes «mucho que hacer»? ¡Jamás permitas que eso suceda!

(CXTIA)

A un paso del cielo

viuda pobreEl evangelio de hoy se puede recorrer como un camino que nos deja a un paso del cielo.

Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en las plazas. Esos recibirán una condenación más rigurosa. Comenzamos lejos, muy lejos del cielo. Porque quien vive para sí mismo, buscando la gloria humana y anhelando los bienes terrenos, al final del camino sólo encontrará muerte.

Los demás han echado de lo que les sobra. Aquellos ricos, que en el tesoro echaban mucho, al menos pensaban en el cielo. Pero querían comprarlo, y lo intentaban hacer sin renunciar a nada en este mundo, dando en limosna lo que les sobraba. Quien quiere alcanzar el cielo sin renunciar a las riquezas de la tierra va en camino, pero le falta mucho para alcanzar la meta. Aún debe recorrer la senda del desprendimiento.

Esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir. Aquella viuda miró al cielo, y cuanto estaba en sus manos lo lanzó hacia Dios, confiando en ser recogida por Él. Estaba a un paso del cielo.

Ese paso es la Cruz. La entrega, no sólo de cuanto uno tiene para vivir, sino de la propia vida.

(TOI09S)

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