Supón que…

En este día del Corpus quiero proponerte un ejercicio para tu oración.

Supón que sólo pudiéramos comulgar una vez en la vida. ¿Cómo nos prepararíamos para esa comunión?

Cuando ese día maravilloso se acercara, iría creciendo nuestra ilusión por momentos. «Dentro de tres días recibiré a Cristo», «dentro de dos días recibiré a Cristo», «¡Mañana recibiré a Cristo!»…

Quizá nos costara dormir la noche antes. Y, al llegar el alba, nos latiría fuertemente el corazón: «¡Voy a recibir a Cristo!». Desde luego, por nada del mundo llegaríamos tarde a esa misa. Procuraríamos estar allí antes de que comenzase, para prepararnos bien por dentro. ¿Cómo iríamos vestidos? Te diré cómo no: en ropa de paseo.

La comunión sería ferviente, quizá llorásemos. Y, desde luego, no saldríamos de la iglesia al terminar la misa. Querríamos quedarnos allí, dando gracias, el tiempo que permanecieran en nuestro cuerpo las sagradas especies.

La Iglesia, que es madre, te dice: «Como Cristo te ama tanto, podrás comulgar todos los días». En respuesta, ¿lo amarás tú menos, convirtiendo en rutina la comunión, llegando tarde y mal vestido a misa, o dejando de asistir con la excusa de que tienes «mucho que hacer»? ¡Jamás permitas que eso suceda!

(CXTIA)