Si haces una encuesta preguntando a la gente si desea la paz en el mundo, el resultado será muy cercano al 100% de respuestas afirmativas. Todos deseamos la paz en el mundo. Está muy bien desear que haya paz en el mundo. Dios desea que haya paz en el mundo.
Tú, que me lees, deseas que haya paz en el mundo. Pero, mientras lo deseas, ¿te pones a buenas con tu adversario?
Por ello, mientras vas con tu adversario al magistrado, haz lo posible en el camino por llegar a un acuerdo con él.
Porque no tiene sentido desear la paz mundial y almacenar ese rencor contra tu vecino, tu cuñado, tu suegra o tu compañero de trabajo. Y, aunque no les hagas nada malo, tu corazón está en guerra.
Mira: el mundo está en guerra más allá de los conflictos bélicos. Y el campo de batalla de esa guerra pasa por tu corazón. Poner paz y misericordia en el corazón es mejor que desear la paz mundial: es trabajar por ella. Si cada uno de los que deseamos la paz mundial pusiéramos paz en nuestro campo de batalla, y nos reconciliásemos interiormente con nuestros adversarios, el mundo sería distinto.
(TOP29V)