La sagrada Biblia nos revela que todo cuanto existe fue creado de la nada por Dios. Pero, una vez creado el hombre, Dios ya nada crea sin él. Para llevar la creación hacia su fin, Dios cuenta con el trabajo humano.
Tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran.
¿Acaso no podía el Verbo por quien todo fue creado crear miles de panes de la nada? Podía, pero no quería. Dios, para socorrer al hombre, cuenta siempre con el propio hombre. Si los apóstoles no le hubiesen dado al Señor aquellos siete panes, cuatro mil personas hubieran desfallecido de hambre.
¡Cuántas maravillas de Dios se quedan sin hacer por falta de cooperación humana! Cuando una persona le dice «no» a Dios, debería ser consciente de que no es ella la única que se priva de la gracia. Con su «no» está privando a otros de las maravillas que Dios podría obrar a través de ella.
Sin embargo, un pequeño «sí» a la hora, por ejemplo, de hacer la oración de la mañana, puede abrir la puerta a grandes milagros obrados por Dios gracias a esa oración.
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