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Miércoles de la 3ª semana de Adviento – Espiritualidad digital

Tú eres el que ha de venir

No podemos conocer el motivo por el que Juan, desde la cárcel, envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: ¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro? ¿Tuvo dudas Juan, en sus últimos días, sobre si Jesús sería realmente el Mesías prometido? ¿O fueron, más bien, sus discípulos quienes dudaban, y Juan los envió a Jesús para que el propio Señor despejase sus dudas? Personalmente, me inclino más por la segunda opción, pero no lo podemos saber. Lo que sabemos es que, en aquel momento, Juan habló del Mesías como «el que ha de venir».

Cristo es el que ha de venir, aquél a quien esperamos. Y no debemos esperar a ningún otro, porque quien lo tiene a Él lo tiene todo. Aprende, en estos días, a esperarlo sólo a Él.

¡Bienaventurado el que no se escandalice de mí! Dichoso tú, si no te escandalizas al tenerlo sólo a Él, aunque no tengas nada más. Aunque con Él compartas sus ultrajes y su persecución, aunque participes del aparente fracaso de su Cruz, ojalá puedas decirle: «Señor, si te tengo a ti, lo tengo todo. No espero nada más, no espero a otro».

(TA03X)

Jesús, tu descanso

cristianoLos jóvenes no lo saben, pero pronto se dan cuenta: vivir cansa. Y no con el cansancio de quien acaba de jugar un partido de fútbol; ese cansancio se pasa en unas horas. Vivir cansa porque desgasta. Y, cuando se entrega la vida, las fuerzas van quedando en el camino.

A quienes viven entregando la vida les dice el profeta que Dios fortalece a quien está cansado, acrecienta el vigor del exhausto. Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas (Is 40, 30-31).

Esta profecía se cumple en Cristo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y (…) encontraréis descanso para vuestras almas. De las tres venidas que esperamos en Adviento –la venida al fin de los tiempos, la venida en carne y la venida al alma–, estas palabras van referidas a la llegada del Señor al alma, que tendrá lugar en la oración contemplativa ante el Belén. Entrará el Señor y lo llenará todo. Y así, quien se ha llenado por dentro de Cristo, en sus cansancios podrá recogerse y, como el discípulo amado, recostar la cabeza en su pecho y dormir.

(TA03X)

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