Cuando el criado de la parábola dice: «Mi señor tarda en llegar», y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, deja claro qué es lo que lleva dentro. Si se porta bien, es sólo para que el amo lo vea. Pero si el amo no está, ni se le espera, ¿para qué obrar bien?
Comentan: «Dios no lo ve, el Dios de Jacob no se entera» (Sal 94, 7). Imagina que Dios te dijese: «Hoy no voy a estar, haz lo que quieras, no voy a enterarme, no te tendré en cuenta nada. Ni te premiaré por lo bueno que hagas, ni te castigaré por los pecados que cometas». Sé que es un disparate, pero imagínalo y sé franco contigo mismo: ¿Qué harías?
No responderé por ti a esa pregunta. Pero te diré que, para el «cumplidor», el Dios que no está es el Dios que no vigila. ¡Qué alegría, si, por un día, le da vacaciones y le permite obrar según su voluntad!
Para el santo, sin embargo, el Dios que no está es el Dios añorado. Si Dios le dice a un santo: «Mañana no estaré», el santo muere de pena.
(TOI29X)