Lo que me dispongo a escribir quizá no se aplique a ti… o quizás sí. Léelo, por si acaso. Y, si no va contigo, al menos servirá para que reces por el pueblo de Dios.
Me sorprende ver lo delicados que son muchos con el sexto mandamiento, y cómo parece que toda su finura se agota allí. Porque, al pasar al siguiente precepto, al séptimo, hacen ostentación de unas tragaderas más grandes que el Canal de la Mancha. Aconsejan guardar la vista, y evitar cualquier peligro de pecar contra la pureza. ¡Bien por ellos! Yo también lo aconsejo. Pero, después, y sin apenas remordimientos, contratan una obra para su casa y eligen pagarla sin IVA, compran un piso y pagan la mitad en B, se descargan de Internet libros y películas sin el más mínimo escrúpulo. Y pienso yo: Quien dictó el sexto mandamiento, ¿no promulgó también el séptimo? ¿Acaso el propio Jesús no pagó religiosamente sus impuestos?
Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Ellos se afanan por entregar a Dios su tiempo y su oración. Pero, en cuanto al César… Creo que algunos deberían hacérselo mirar. Cuestión de coherencia.
(TOI09M)
