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Martes de la 5ª semana de Cuaresma – Espiritualidad digital

«Yo soy»

Hoy os lo voy a poner un poco difícil. Pero no mucho. Las palabras del evangelio de Juan son ventanas abiertas a horizontes inconmensurables, y no podemos pasar por allí sin asomarnos. Un día las cruzaremos. Hoy tan sólo nos asomamos.

Si no creéis que «Yo soy», moriréis en vuestros pecados». Ellos le decían: «¿Quién eres tú?»

La pregunta está mal hecha. Sé que es muy tentador preguntarle a Cristo: «¿Quién eres?», pero esa pregunta no tiene respuesta porque Él mismo acaba de decir: Yo soy.

Así, sin más: Yo soy. Lo mismo que le respondió Yahweh a Moisés desde la zarza. «¿Quién eres?» se le pregunta a Antonio, porque Antonio es Antonio y no Juan. Al responder: «Soy Antonio», está marcando sus límites y distinguiéndose de Juan. Pero quien te ha dicho Yo soy está más allá de todo límite. Él, simplemente, es, y de Él reciben el ser Antonio, Juan y Guadalupe.

Por eso Jesús responde: Lo que os estoy diciendo desde el principio. Y no busques ese principio meses ni años atrás, porque ese principio está fuera del tiempo: En el principio existía la Palabra (Jn 1, 1).

Perdonad si parece enrevesado. A mí me parece fascinante.

(TC05M)

El nuevo monte Horeb

La sagrada liturgia asocia el evangelio de hoy al episodio de la serpiente alzada por Moisés en el desierto. Y con razón, porque Jesús hace referencia al momento en que, como aquella serpiente, sería levantado en alto para ser mirado por los hombres en busca de salvación: Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que «yo soy».

Pero esas últimas palabras, tan misteriosas y fascinantes, nos llevan, también, a otro episodio de la vida de Moisés: «Si ellos me preguntan: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les respondo?». Dios dijo a Moisés: «“Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros» (Éx 3, 13b-14).

El Gólgota es el nuevo monte Horeb. Si allí vio Moisés una zarza que ardía sin consumirse, en el Gólgota encuentra el cristiano a un hombre que muere sin morir; circundado de muerte, y derramando vida. Y, absorto, como extasiado, pregunta el cristiano: ¿Quién eres tú? «¿Quién eres tú, que, lejos de parecer vencido y consumido, pareces Señor de la muerte, como quien se levanta sobre ella y la incorpora a su cortejo triunfal?». Responde Cristo: «Yo soy. No temas. Yo soy. Acércate a Mí, y también vivirás».

(TC05M)

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