Retomamos el Tiempo Ordinario. Y, con esta memoria de Santa María, Madre de la Iglesia, la liturgia nos marca el camino, y nos sitúa ante las dos referencias que no debemos perder jamás de vista en nuestra marcha hacia el cielo:
Junto a la cruz de Jesús… El Crucifijo es, para el caminante, como la brújula que apunta al Norte. Tened siempre un crucifijo cerca; a mí me gusta llevarlo en el bolsillo y, muchas veces al día, acariciarlo con la mano o agarrarlo fuerte, como quien se apoya en el mejor báculo. Tenedlo también en casa, y miradlo con amor cuantas veces podáis. Que mirando se enamora el hombre.
Mujer, ahí tienes a tu hijo… Ahí tienes a tu madre. La Virgen santísima es la mejor compañera de camino. Ella hace dulces las dificultades y suaves las cargas. Ella enjuga nuestras lágrimas y comparte nuestras alegrías. Ella dirige constantemente nuestra mirada a su Hijo, sobre todo cuando, al rezar el santo rosario, junto a ella contemplamos los misterios de la vida de Cristo.
El sacrificio de la Cruz, renovado cada día en el altar, y la Virgen santísima. No pierdas de vista esas dos señales, y llegarás al cielo.
(MMI)