Tras el desconcierto del domingo, cuando, como Pedro y Juan, nos acercamos al sepulcro para encontrar «nada», la semana de Pascua está repleta de encuentros con Jesús resucitado. El primero, el de las santas mujeres:
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos». Ellas se acercaron, le abrazaron los pies y se postraron ante él.
Como te digo, es sólo el primero de esos encuentros. Después vendrán la Magdalena, los de Emaús, los Once… y tú. Sin este último encuentro, el misterio pascual no habrá llenado de luz tu vida. Como si fueran las diez de la mañana, y las persianas de tu casa siguieran bajadas, impidiendo que entre la luz.
Durante esta semana, busca a Cristo resucitado. Anímate, Él ya te está buscando a ti. Yo aprovecho estos días para hacer mis ejercicios espirituales, de modo que, cuando leas esto, me encontraré sumergido en el silencio y la oración, buscando también el rostro glorioso del Señor. Algunos de estos ejercicios en la semana de Pascua han cambiado mi vida por completo.
Sal de tu cenáculo, recorre esos caminos de oración, adéntrate en el Evangelio, acércate al sagrario… Allí lo encontrarás. Y Él mismo te dirá: «¡Alégrate!»
(TP01L)