Las primeras horas del domingo son nerviosas. ¡Cómo no iban a serlo, si ha estallado una bomba! Algunos corren hacia la zona del impacto, y otros recogen sus cosas y huyen de vuelta a casa como pueden. Reina la confusión, nadie sabe qué ha sucedido. ¿Dónde está Jesús? ¿Quién se lo ha llevado? ¿Quién corrió la piedra? Qué día tan bueno hace hoy, mira cómo luce el sol.
Me recuerda a Navidad. Festejamos con alegría sucesos que otros vivieron con ansiedad y desconcierto. La noche de Navidad fue, para la Virgen y san José, noche de incertidumbre, de supervivencia y de pobreza que llevó a la joven pareja a un establo. Hasta que nació el Hijo de Dios y todo se llenó de paz. La mañana de resurrección fue una mañana de sustos, de sospechas, de miedos y de búsqueda. Hasta que…
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «Alegraos»
Es como para reírse. Todo el mundo tan nervioso, todos corriendo despavoridos y, de repente, aparece Jesús tranquilo y resplandeciente, con una sonrisa de brillos de cielo y les dice: «Calma, chicos, no corráis, estoy aquí, alegraos, yo soy».
Querías alcanzarlo corriendo, y Él, sonriendo, te sosegó.
(TP01L)