Vamos a responder a la pregunta de Jesús, para que no quede en el aire ese enorme signo de interrogación:
¿Qué es más fácil, decir: «Tus pecados te son perdonados», o decir: «Levántate y echa a andar»?
Respuesta: Para Dios, es infinitamente más fácil curar una parálisis que perdonar pecados.
El milagro no le cuesta a Dios ningún esfuerzo, como ningún esfuerzo le costó crear cielos y tierra. Pero el perdón de los pecados, fruto de la efusión del Espíritu, le ha costado al Padre la vida de su Hijo, y al Hijo toda su sangre.
Más aún: ese perdón ha tenido un precio de lágrimas. Cristo ha llorado sobre Jerusalén, y ha llorado en la Cruz, porque los hombres tenían el corazón endurecido, se creían justos y se negaban a dejarse perdonar.
¿Qué creías, que para lograr que un pecador se confiese bastaba con rezar un padrenuestro deprisita? ¡Pregúntale a santa Mónica! Quien quiera unirse a Cristo en la redención de las almas tendrá que unir sus lágrimas a las del Salvador, y entregar su vida junto a la del Señor. Pero, créeme, no hay vida mejor gastada que la que se vierte a los pies de la Cruz.
(TOI13J)
