A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos, y Tomás con ellos.
Nada se nos dice de los seis días que transcurrieron entre un domingo y otro, salvo que en ellos tuvo lugar la profesión de no-fe de Tomás: Si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
Llegó Jesús… Trae tu mano y métela en mi costado. ¿Crees que Tomás llegó a meter la mano en el costado del Señor? Yo creo que no; si lo hubiera hecho, Jesús habría dicho: «Porque has tocado, has creído». No hizo falta. Le bastó con ver. ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Es decir, tú y yo. Vivimos de fe. Y lo normal es no ver. No andes, como algunos, a la búsqueda de signos y milagros que te aparten de esa bienaventuranza. Aprende a caminar en las tinieblas, frecuenta tu alma, visita el sagrario, ama el silencio, vive en gracia, y entonces sabrás que la siguiente aparición de Jesús tiene lugar en otro cenáculo: el de tu alma, adonde tus ojos no llegan.
(TPC02)