Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

24 mayo, 2025 – Espiritualidad digital

La paz que yo quiero

Todos queremos paz. Pero «paz» se dice de muchas maneras. ¿Qué paz queremos? Quizá seamos distintos en eso.

La paz mundial todos dicen quererla, pero si la quisieran no habría guerras. Hará falta algo más.

La paz de las farmacias, la de las pastillas, es sólo química. No llega al alma. Sólo la adormece. Y yo quisiera estar despierto.

La paz del yoga o del mindfulness es una forma de vaciarse… Pero yo quisiera estar lleno.

La paz del campo es idílica. Está llena de mosquitos y de bichos. Además, por muchos árboles que tengas alrededor, si estás en guerra por dentro…

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Yo quiero la paz de Cristo. Se asienta en el alma incluso entre las angustias de Getsemaní. No se obtiene, se recibe del cielo cuando dejamos que el alma se llene de Dios; cuando, en medio de las contrariedades, en lugar de rebelarnos, decimos: «Hágase tu voluntad». Te reconcilias con tu historia, con tu vida, con tu pobreza. Te reconcilias con Dios. ¡Cuánta paz, tras una buena confesión! Y entonces, sufres, ríes, lloras, trabajas con paz, porque vives con Dios.

(TPC06)

Para que te partan la cara

«¿Y por qué voy yo a desgastarme anunciándoles a Jesucristo, si no me van a hacer caso? No hay nada que hacer, padre. Además, si me junto con ellos, quizá me tienten y acabe yo también mundanizado. Mejor rezo por ellos y que se encargue Dios de convertirlos».

Así se condena la gente «piadosa». Qué penita.

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros… Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

Por eso vale la pena anunciar a Cristo; por eso ningún cristiano puede eludir ese mandato. Porque, como le sucedió al Señor, al escuchar el anuncio unos nos perseguirán y otros guardarán nuestra palabra. Y quizá quienes la guarden sean quienes menos sospechemos, por cierto. Podría contarte muchas historias así.

A ellos, a quienes nos escuchen, los redimirá la predicación. Y a quienes no nos escuchen y nos persigan los redimirá nuestro martirio, nuestro dolor por ellos, y la humillación a que nos sometan.

Por tanto, si me preguntas para qué vas a anunciarles «a ésos» el nombre de Cristo, te respondo: Para que te partan la cara.

(TP05S)

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