Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

17 mayo, 2025 – Espiritualidad digital

El testamento

Las primeras palabras del evangelio de hoy marcan el escenario:

Cuando salió Judas del cenáculo

Jesús no hubiera abierto su alma ante Judas. Sólo cuando el Iscariote se fue quedó el Señor a solas con sus amigos. Con pecadores que lo amaban.

Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Es el momento de la confidencia, de la última voluntad, del testamento.

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. Toda la ley de Moisés encuentra plenitud en este único precepto.

Si aquella ley antigua prescribía amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, la ley nueva dice: Yo os he amado. Recibe mi Amor, abre el corazón y déjate querer por tu Dios.  En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó (1Jn 4, 10).

Si aquella ley antigua prescribía amar al prójimo como a uno mismo, la ley nueva dice: como yo os he amado, amaos también unos a otros. Es decir, ama a tu hermano más que a tu propia vida, entrega tu vida por él.

(TPC05)

No les aplaudáis; felicitadlos

A pesar de su reproche, no creo que a Jesús le molestase mucho la pregunta de Felipe: Señor, muéstranos al Padre y nos basta. Pero hoy me quedo con el reproche: Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? «Si crees que vengo por mi cuenta, que hablo por mi cuenta, que hago todo esto por mi cuenta, entonces no me conoces». El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras.

Lo mismo podría decirse del santo. Leed las vidas de los santos y veréis que a todos, sin excepción, les han repugnado los aplausos y alabanzas. Diréis que es por humildad, y lo acepto en cuanto humildad es estar en verdad.

Los aplausos y alabanzas son para los futbolistas, los cantantes, los actores y –¡qué pena!– los políticos. Pero al santo no se le aplaude porque nada ha hecho por sí mismo, y él lo sabe. Al santo se le felicita como felicitó Isabel a la Virgen, porque Dios lo ha escogido para hacer obras grandes a través de él. Él sólo abrió la puerta para que Cristo entrara. Pero no se aplaude al portero, se aplaude a Cristo y se felicita al portero.

(TP04S)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad