El testamento

Las primeras palabras del evangelio de hoy marcan el escenario:

Cuando salió Judas del cenáculo

Jesús no hubiera abierto su alma ante Judas. Sólo cuando el Iscariote se fue quedó el Señor a solas con sus amigos. Con pecadores que lo amaban.

Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Es el momento de la confidencia, de la última voluntad, del testamento.

Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. Toda la ley de Moisés encuentra plenitud en este único precepto.

Si aquella ley antigua prescribía amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, la ley nueva dice: Yo os he amado. Recibe mi Amor, abre el corazón y déjate querer por tu Dios.  En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó (1Jn 4, 10).

Si aquella ley antigua prescribía amar al prójimo como a uno mismo, la ley nueva dice: como yo os he amado, amaos también unos a otros. Es decir, ama a tu hermano más que a tu propia vida, entrega tu vida por él.

(TPC05)