Me pregunto qué puede decirle la alegoría del buen pastor a un occidental del siglo XXI. Muchos de nuestros contemporáneos urbanitas no han visto una oveja en su vida. Y, si la vieran, empezarían a toquetearla buscando un teclado o un puerto usb.
Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna.
Para empezar, creo que, ante estas palabras, el occidental medio de nuestro siglo se sentiría denigrado e insultado por el hecho de ser comparado con una oveja. Por muy animalistas que nos hayamos vuelto, sigue sin gustarnos que se nos llame borregos.
Y, sin embargo, ese mismo hombre está siendo pastoreado. Precisamente por el animalismo, y el feminismo, y el ecologismo, y el wokismo, y el veganismo y todos los ismos que, como silbidos de mercenario, abducen la voluntad de los occidentales desde las pantallas. Qué paradoja.
Con todo, hay un Pastor. Y es Cristo. Es el único entre los pastores que me ama, el único que quiere mi bien, el único que me da vida eterna, el único que no me engaña ni me anula, sino que me hace hijo de Dios.
Ojalá distingáis sus silbidos.
(TPC04)