Cristo en su Pasión

3 mayo, 2025 – Espiritualidad digital

Una deuda pendiente

SimónSiete sentados en corro al atardecer. Se miran y no hablan. Simón dice, mientras se levanta: Me voy a pescar. No dice «vamos a pescar», sino «me voy a pescar». Está abatido. Son sus primeras palabras en el evangelio tras el «no conozco a ese hombre».

Sabemos que Cristo resucitado se apareció a Pedro el mismo domingo. Pero está claro, a la vista de su desolación, que aquel encuentro no fue suficiente. Quizá fue muy breve, al pescador no le dio tiempo a hacer lo que necesitaba: pedir perdón. Tampoco hubiera sabido cómo hacerlo.

Es el Señor, exclama Juan. Y, de repente, Pedro se dispara. Se ató la túnica y se echó al agua. De nuevo prescinde de sus compañeros. Aunque en esta ocasión no le siguieron, prefirieron llegar en barca. ¿Por qué tanta prisa?

Porque no aguanta más. Llega empapado a la orilla y abraza a Jesús. Pero sigue sin saber cómo pedir perdón. Jesús le ayudará: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Tras la tercera pregunta, rompe al fin a llorar: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Jesús sonríe: Apacienta mis ovejas. Y el corazón de Pedro, ante esa sonrisa, al fin encuentra la paz.

(TPC03)

Los que piden cielo

Durante su vida mortal, a Jesús le pidieron muchas cosas. Pero no todas eran igual de importantes. Ni tampoco concedió el Señor todo lo que le pidieron. A quienes le pedían un signo del cielo se lo negó. Y tampoco complació a quien le pedía que intercediera para que su hermano partiera la herencia con él. Le pidieron que curase a muchos enfermos y los curó. Pero las grandes peticiones, las que verdaderamente importaban, fueron pocas. El buen ladrón, que ya tenía todo perdido en esta vida, pidió algo realmente grande: el Paraíso.

Señor, muéstranos al Padre y nos basta. ¡Y nos basta! Es decir: «Si nos muestras al Padre, no queremos nada más». No es lo mismo pedir alivio para un dolor de espalda que decir: Muéstranos al Padre y nos basta. Está claro que los tres años de convivencia estrecha con Jesús purificaron mucho los deseos de Felipe.

Un joven que comienza a rezar pide ayuda para aprobar un examen. Pero si se adentra por caminos de oración, a lo largo de los años sus deseos se van mudando de la tierra al cielo. Y entonces pide gracia, pide gloria, y pide almas.

¿Qué pides tú? ¿Qué deseas?

(0305)

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad