La paz que yo quiero

Todos queremos paz. Pero «paz» se dice de muchas maneras. ¿Qué paz queremos? Quizá seamos distintos en eso.

La paz mundial todos dicen quererla, pero si la quisieran no habría guerras. Hará falta algo más.

La paz de las farmacias, la de las pastillas, es sólo química. No llega al alma. Sólo la adormece. Y yo quisiera estar despierto.

La paz del yoga o del mindfulness es una forma de vaciarse… Pero yo quisiera estar lleno.

La paz del campo es idílica. Está llena de mosquitos y de bichos. Además, por muchos árboles que tengas alrededor, si estás en guerra por dentro…

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Yo quiero la paz de Cristo. Se asienta en el alma incluso entre las angustias de Getsemaní. No se obtiene, se recibe del cielo cuando dejamos que el alma se llene de Dios; cuando, en medio de las contrariedades, en lugar de rebelarnos, decimos: «Hágase tu voluntad». Te reconcilias con tu historia, con tu vida, con tu pobreza. Te reconcilias con Dios. ¡Cuánta paz, tras una buena confesión! Y entonces, sufres, ríes, lloras, trabajas con paz, porque vives con Dios.

(TPC06)