Para que te partan la cara

«¿Y por qué voy yo a desgastarme anunciándoles a Jesucristo, si no me van a hacer caso? No hay nada que hacer, padre. Además, si me junto con ellos, quizá me tienten y acabe yo también mundanizado. Mejor rezo por ellos y que se encargue Dios de convertirlos».

Así se condena la gente «piadosa». Qué penita.

Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros… Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

Por eso vale la pena anunciar a Cristo; por eso ningún cristiano puede eludir ese mandato. Porque, como le sucedió al Señor, al escuchar el anuncio unos nos perseguirán y otros guardarán nuestra palabra. Y quizá quienes la guarden sean quienes menos sospechemos, por cierto. Podría contarte muchas historias así.

A ellos, a quienes nos escuchen, los redimirá la predicación. Y a quienes no nos escuchen y nos persigan los redimirá nuestro martirio, nuestro dolor por ellos, y la humillación a que nos sometan.

Por tanto, si me preguntas para qué vas a anunciarles «a ésos» el nombre de Cristo, te respondo: Para que te partan la cara.

(TP05S)