La Resurrección del Señor

Espiritualidad digital – Página 27 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

Jesús y yo hablando del tiempo

Cuando Jesús y yo hablamos del tiempo, siempre reñimos. Y no me refiero al tiempo meteorológico, sino al tiempo, tal cual: minutos, horas, días, años… Hoy, por ejemplo, ya la tenemos montada. Porque el Señor, hablando de su segunda venida, dice a los apóstoles: Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Y yo leo esto y me pongo farruco: «¿Sin tardar? ¿En serio? Hace dos mil años que te fuiste, y aún te estamos esperando. ¿A eso le llamas Tú “sin tardar”?»

Ya se ve que Jesús y yo tenemos una concepción distinta del tiempo. A mí, como a aquellas diez vírgenes de la parábola, siempre me parece que llega tarde. Y Él, tan tranquilo. Pero, claro, Él es Señor del tiempo y yo estoy atrapado en el tiempo. Tenemos perspectivas distintas.

Al final, siempre me rindo. Con toda seguridad, Jesús vendrá a su hora, y será pronto, aunque a mí se me haga larguísimo. Pero, cuando eso suceda, cuando Cristo haya vuelto y todo lo miremos, al fin, desde el cielo, entonces nos daremos cuenta de que no ha tardado.

(TOP32S)

¿Dónde, Señor?

hijo del hombreA lo largo de la Historia, nunca han faltado profetillas de medio pelo que han vaticinado el fin del mundo a fecha fija. Desde Montano y Savonarola, hasta el día de hoy. Obviamente, todos ellos han fallado porque, de otra forma, ni yo me habría tomado el café esta mañana, ni vosotros estaríais leyendo estas líneas. La costumbre no se ha perdido; también hoy tenemos voceadores de la gran catástrofe que parecen no haber aprendido la lección.

Lo que me hace gracia es que, en el evangelio de hoy, tras anunciar Jesús los signos que precederán a su segunda venida, los apóstoles no preguntan «¿cuándo?», sino ¿dónde, Señor?  La respuesta de Jesús es de lo más críptica: Donde está el cadáver, allí se reunirán los buitres.

Me gusta la traducción que hace el P. Brukberger de estas palabras en su «Historia de Jesucristo». Cambia «cadáver» por «cuerpo» y «buitres» por «águilas». Y el resultado es asombroso: vemos a la Iglesia agrupada en torno a la Eucaristía como las águilas en torno a la presa. Y, entonces, la respuesta al «¿dónde?» es: en el altar. Si, cuando vuelva, el Señor nos encuentra reunidos en torno al altar, seremos llevados con Él.

(TOI32V)

Así no hay quien se entienda

Uno se pregunta qué posibilidad de entendimiento había entre los fariseos y Jesús. Como le sucedería después con Pilato, Jesús y los fariseos hablaban lenguajes distintos. Empleaban las mismas palabras, pero su significado era, en ocasiones, contrario. ¿Cómo iban a entenderse, si aquellos hombres no estaban dispuestos a escuchar lo que Cristo quería decir en realidad?

¿Cuándo va a llegar el reino de Dios? Los fariseos entendían por «reino de Dios» un reinado político, el derrocamiento del poder romano y la instauración de una monarquía semejante a la de David que llevara al pueblo de Israel a una época de esplendor.

El reino de Dios no viene aparatosamente, ni dirán: «Está aquí» o «Está allí», porque, mirad, el reino de Dios está en medio de vosotros. Jesús habla, sin embargo, de un reinado eterno e interior, que se establece en los corazones de los hombres y los abre a Dios.

Era todo lo contrario de lo que perseguían los fariseos. Porque ellos buscaban triunfos y Jesús les hablaba de un reinado ejercido desde la Cruz: Pero primero es necesario que padezca mucho y sea reprobado por esta generación.

Ellos buscan una cosa, y Jesús les ofrece otra.

¿Qué buscas tú?

(TOI32J)

Hacer milagros y salvar almas

diez leprososUn amigo mío dice que eso de hacer milagros está «chupao». Lo difícil es salvar almas.

Tiene toda la razón. Para hacer milagros sólo hace falta fe. Si, según nos dice el Señor, con fe le ordenas al monte que se plante en el mar, el monte te obedece y se pega un baño en la playa de Torrevieja. Pero si, con fe, le dices a un pecador que se confiese, y al pecador no le da la gana de acudir al confesonario, tendrás que entregar hasta la última gota de sangre y llorar hasta la última lágrima por ese hombre. Es más fácil mover un monte que mover un alma.

¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero? Ahí tienes la prueba: diez milagros y una sola conversión. Para sanar la lepra de aquellos hombres, Cristo sólo necesitó su poder. Para poner de rodillas a los nueve que se volvieron a casa a jugar al futbolín sin ni siquiera dar las gracias al Médico, tuvo Jesús que morir en una cruz.

Dios ha hecho muchos milagros contigo. No le pongas difícil salvarte.

(TOI32X)

La dulce paz

Hace unos meses acudió a mí una mujer enferma de cáncer que había entrado en la última etapa de su enfermedad. Venía a pedirme la santa Unción. No estaba triste, ni siquiera preocupada. «Yo ya he cumplido mi misión», me dijo. «He formado una familia, he criado a mis hijos y he permanecido siempre junto a mi marido. Me marcho tranquila». Sentí deseos de arrodillarme ante aquella alma.

¡Quién pudiera decir, como el Señor, a la hora de la muerte: «Está consumado, he llevado a cabo mi misión»! Aquella mujer murió semanas después plácidamente, rodeada del cariño de los suyos.

Le pido a Dios la gracia, para mí y para vosotros, de poder decir lo mismo cuando Cristo nos llame. Pero, aunque pudiéramos decirlo, no por eso moriríamos llenos de orgullo, pensando que hemos hecho algo extraordinario. Nos bastaría pensar que somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer. No habría orgullo, pero moriríamos envueltos en una dulce paz. La dulce paz del siervo inútil a quien su Amo mira complacido.

Y Dios, que es el único grande, se serviría, por su misericordia, de nuestra obediencia cumplida para unirla a la de su Hijo y redimir la tierra.

(TOI32M)

La roca y el mar

Vamos a adentrarnos en esa advertencia del Señor a quienes escandalizan a uno de estos pequeños. Quizá sea mi imaginación, pero veo allí, también, una promesa.

Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar.

Sé que, en nuestros días, estamos especialmente sensibilizados con la tragedia de los abusos a los niños, pero las palabras del Señor van mucho más lejos. Escandalizar significa enseñar a pecar y, en cuanto a los «pequeños», esa palabra no va referida sólo a los niños, sino también a las gentes sencillas a quienes los fariseos, con sus vidas, confundían y desconcertaban.

Más vale ser lanzado al mar con una piedra de molino en el cuello que vivir sin Cristo y enseñar a los pequeños a vivir sin Él. Pero voy a pensar que, como dice san Pablo, Cristo es la roca, y el mar, como tantas veces se sugiere en la Escritura, es la muerte. Más me vale adentrarme en la muerte abrazado a Cristo, rodeado mi cuello por Él como es rodeado el buey por su yugo y la amada por el brazo del Amante, que vivir sin Jesús y mostrar al mundo semejante ejemplo.

(TOI32L)

Los del cinco raspadillo

Todos los años igual. Cuando se acerca el día del Pilar, cada vez que suena el teléfono ya sé lo que me van a preguntar. «Padreeeee ¿el día del Pilar es precepto?». Lo peor es que, cuando les digo que no, suspiran aliviados. «¡Bien!». Y, si les miento y les digo que sí, les estropeo el día. Este año opté por coger el teléfono y, sin esperar a la pregunta, decir: «No es de precepto». Cuelgo.

Bendito precepto, si nos recuerda la necesidad que tenemos de la Eucaristía. Pero maldita forma de entenderlo la de los del «cinco raspadillo». «Padre, a mí con un cinco raspadillo me basta, soy muy humilde. Yo con ir a misa cuando es precepto, confesar por Pascua y rezar un padrenuestro cada noche tengo bastante».

Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. Tal como están los tiempos, los del cinco raspadillo no pueden perseverar; se los lleva el mundo. Perseverarán quienes, como las vírgenes prudentes, guarden un extra de piedad en sus alcuzas. Ve a misa todos los días, y te quitarás dos preocupaciones: los preceptos y la apostasía.

(TOA32)

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