Libros de José-Fernando Rey Ballesteros

mayo 2025 – Página 5 – Espiritualidad digital

Una deuda pendiente

SimónSiete sentados en corro al atardecer. Se miran y no hablan. Simón dice, mientras se levanta: Me voy a pescar. No dice «vamos a pescar», sino «me voy a pescar». Está abatido. Son sus primeras palabras en el evangelio tras el «no conozco a ese hombre».

Sabemos que Cristo resucitado se apareció a Pedro el mismo domingo. Pero está claro, a la vista de su desolación, que aquel encuentro no fue suficiente. Quizá fue muy breve, al pescador no le dio tiempo a hacer lo que necesitaba: pedir perdón. Tampoco hubiera sabido cómo hacerlo.

Es el Señor, exclama Juan. Y, de repente, Pedro se dispara. Se ató la túnica y se echó al agua. De nuevo prescinde de sus compañeros. Aunque en esta ocasión no le siguieron, prefirieron llegar en barca. ¿Por qué tanta prisa?

Porque no aguanta más. Llega empapado a la orilla y abraza a Jesús. Pero sigue sin saber cómo pedir perdón. Jesús le ayudará: Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Tras la tercera pregunta, rompe al fin a llorar: Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero. Jesús sonríe: Apacienta mis ovejas. Y el corazón de Pedro, ante esa sonrisa, al fin encuentra la paz.

(TPC03)

Los que piden cielo

Durante su vida mortal, a Jesús le pidieron muchas cosas. Pero no todas eran igual de importantes. Ni tampoco concedió el Señor todo lo que le pidieron. A quienes le pedían un signo del cielo se lo negó. Y tampoco complació a quien le pedía que intercediera para que su hermano partiera la herencia con él. Le pidieron que curase a muchos enfermos y los curó. Pero las grandes peticiones, las que verdaderamente importaban, fueron pocas. El buen ladrón, que ya tenía todo perdido en esta vida, pidió algo realmente grande: el Paraíso.

Señor, muéstranos al Padre y nos basta. ¡Y nos basta! Es decir: «Si nos muestras al Padre, no queremos nada más». No es lo mismo pedir alivio para un dolor de espalda que decir: Muéstranos al Padre y nos basta. Está claro que los tres años de convivencia estrecha con Jesús purificaron mucho los deseos de Felipe.

Un joven que comienza a rezar pide ayuda para aprobar un examen. Pero si se adentra por caminos de oración, a lo largo de los años sus deseos se van mudando de la tierra al cielo. Y entonces pide gracia, pide gloria, y pide almas.

¿Qué pides tú? ¿Qué deseas?

(0305)

¿Qué es eso para tantos?

Grandes penitencias, largas oraciones, propósitos descomunales, proyectos ambiciosos… No me fío de quienes todo lo quieren hacer «a lo grande». Me fiaría si ellos fueran grandes, pero grande sólo es Dios. Lo único que quisiera hacer «a lo grande» es amarlo. Quisiera amarlo hasta que me reventara el corazón, sin medida ni freno. Pero, a la hora de hacer… uno se ve tan pequeño…

Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos? Llevo al altar un poco de pan y un poquito de vino, y sé que Dios quiere obrar la redención del género humano. Pero ¿qué es eso para tantos? Entonces toma Dios la pobre ofrenda, la transforma en el cuerpo y la sangre de su Hijo, y redime la tierra con ese santo sacrificio. Lo ha hecho Él, no yo. Si hubiese llevado veinte toneladas de pan al altar, igual me hubiese creído capaz de acabar con el hambre en el mundo.

Me miro a mí mismo… Soy tan poca cosa… ¿Qué eso para tantos? Y Dios me toma y perdona los pecados a través de mí.

Los pequeños debemos ofrecer cosas pequeñas. El grande es Dios.

(TP02V)

¡Despierta, Vicente!

almas sencillasYa os he hablado en otra ocasión del apellido de los santos, de esa «santa coma» que ponemos tras su nombre y precede al «apellido». San José tiene dos apellidos, dos santas comas. El 19 de marzo lo celebramos como «esposo de la Virgen María». Y hoy, 1 de mayo, la santa coma da paso a otro apellido: «Obrero». Lo que significa que se santificó trabajando. Trabajando en la carpintería y enseñando a trabajar nada menos que a Dios hecho hombre. No es mal apellido ése.

Quisiera yo (y pienso que Dios también) más santos con apellidos similares. Tenemos a san Isidro, desde luego, y a mi santo patrón, san Fernando, rey. Pero ¿cuánto falta para que aparezca un san Vicente, funcionario; un san Andrés, químico; una santa Antonia, esposa y madre…?

Falta el tiempo que necesita Vicente para cumplir con sus horarios de trabajo en el ministerio y considerarlos tiempos de entrega a Dios. Falta el tiempo que Vicente necesita para darse cuenta de que no sólo se santifica yendo a todas las adoraciones de su parroquia, sino también atendiendo con cariño humano y sobrenatural a los contribuyentes que pasen por su ventanilla. También a los malhumorados.

¡Despierta, Vicente!

(0105)

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