¡Vuelve a casa!

La familia entera salió de casa en busca del niño perdido. Se dispersaron por calles, plazas y jardines, y tanto se alejaron persiguiendo el rastro, que no sabían regresar. ¡Si les hubieran dicho que el niño estaba escondido bajo la cama!

Saliste de casa, y te dispersaste buscando redención. La buscaste en el dinero, la música, el sexo, el trabajo, el ruido, la aceptación de los demás… Tan disperso estabas que olvidaste que tienes alma. ¿Cómo podrás volver a casa, si vives como un perro callejero, mendigando pan en cada puerta?

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo. ¿No sabes que hay un campo dentro de ti? Un campo inmenso, una pradera soleada bañada por un aire fresco y limpísimo. Escondido en ese campo se encuentra Dios.

El mundo ha olvidado la existencia del alma, el perfume del silencio, y el valor del recogimiento. Busca fuera la salvación escondida dentro del hombre. ¿Quién le indicará el camino? ¿Quién le enseñará a recogerse para encontrar a Dios? Bendito quien se lo anuncie, y dichoso quien escuche y vuelva a casa, porque el niño sigue bajo la cama, y el tesoro escondido en el campo.

(TOA17)