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Espiritualidad digital – Página 45 – Brevísima homilía diaria, por José-Fernando Rey Ballesteros

ESPIRITUALIDAD DIGITAL

¡Documentación!

¿Sabéis que los sacerdotes tenemos carnet? Sí, sí, un «carnet de cura». Yo antes no lo usaba; pero desde que en un santuario me exigieron que demostrara mi condición para poder concelebrar, lo llevo siempre en la cartera. No les basta ver mi alzacuellos; cualquiera puede ponerse un alzacuellos. Pero si les enseñas un carnet todo escrito en latín, casi hasta te regalan la casulla. Cómo mola.

Se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Que nos pidan a los sacerdotes el carnet antes de admitirnos a una concelebración tiene un pase, dado el número de estafadores y farsantes que a veces frecuentan las sacristías. Pero al Hijo de Dios no debió sentarle muy bien que le anduvieran pidiendo la documentación constantemente. El primero que se la pidió fue el Demonio, allá en el desierto: «Si eres Hijo de Dios…» y tal y tal. Después, los fariseos: «Demuéstranos que eres el Mesías. Haz que se apague el sol». ¡Qué pesados!

No exijas signos al Señor. Pídele con humildad, confiando en Él, como quien no tiene derecho a nada, y te ganarás el favor de su sagrado corazón.

(TOI06L)

Mirándolo bien…

Estamos más acostumbrados a la versión de las bienaventuranzas del evangelio según san Mateo. En la de san Lucas, que se proclama hoy, las bienaventuranzas son sólo cuatro. A cambio, Lucas añade cuatro ayes: ¡Ay de vosotros, los ricos! ¡Ay de vosotros, los que estáis saciados! ¡Ay de los que ahora reís! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!

Hombre, así, de primeras, si me dan a elegir, prefiero ser rico, estar saciado, reír y tener prestigio. Supongo que así, de primeras, cualquiera de vosotros elegiría lo mismo. ¿A alguien le gusta pasar hambre, llorar o ser insultado?

Pero así, de primeras, nunca elegimos bien. Debemos mirar mejor. Porque Jesús, con cuatro trazos, nos está dibujando un crucifijo: Bien­aventurados los pobres. Bienaventurados los que ahora tenéis hambre. Bienaventurados los que ahora lloráis. Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres. Él es quien, en la Cruz, es pobre, pasa hambre, llora y es odiado.

Mirándolo bien, Jesús crucificado te está haciendo una pregunta: «¿Quieres venir a Mí? ¿Qué prefieres, ser rico y estar saciado o venir conmigo y tenerme a Mí?»

Entonces respondes: «Prefiero mil veces llorar contigo que reír sin ti». Las bienaventuranzas sólo son aptas para enamorados.

(TOC06)

El comedor social de Dios

Para dar de comer a los hombres, se sirvió Jesús de camareros.

Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran.

Podría decirse que también hoy entrega Jesús, en cada Eucaristía, su Pan a los sacerdotes, para que ellos lo sirvan a la gente. Pero no es toda la verdad.

A través del sacerdote, Jesús se entrega, como Pan, a los discípulos, y ellos mismos, al comulgar, quedan convertidos en pan; pan que debe  ser comido por los hombres que están fuera del templo, especialmente por aquellos que nunca acuden a la iglesia. Transformados en eucaristía, quiere Jesús que sus discípulos se dejen comer, entregando sin reservas su vida a los demás y anunciándoles, de esta manera, el Amor de Cristo.

Y es que el mundo es un inmenso restaurante; o, mejor dicho, es el comedor social de Dios. El templo es la cocina, y de allí salen camareros con los panes que saciarán el hambre de los pobres.

El Pan se multiplica, y de un Cristo en el altar salen cientos de cristos a las calles.

(TOI05S)

Esa bendita locura

Hay que entrar en el corazón de hombres como éstos, hay que preguntarles por qué lo hacen, necesitamos conocer las motivaciones profundas que expliquen sus vidas. No basta con venerarlos, es preciso imitarlos.

La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino!

¿Qué movió a los santos Cirilo y Metodio a dedicar su vida a hombres desconocidos en un país extraño, a crear para ellos un alfabeto, a traducirles la Biblia, a enseñarles a leer y anunciarles el Evangelio?

La respuesta es doble: Por un lado, un inmenso amor a Cristo, que se tradujo en deseos incontenibles de que Cristo sea amado. Es la misma pasión que movía a Francisco de Asís a correr por las calles tirándose de los pelos y gritando: «¡El Amor no es amado! ¡El Amor no es amado!». Hay que estar muy loco para eso. Bendita locura.

Por otro lado, un apasionado amor a las almas, un celo infatigable que los llevó a dar la vida para la salvación de los hombres.

Ese amor a Cristo y ese celo infatigable los pediremos para nosotros. No nos salvaremos si no anunciamos.

(1402)

La fe del hombre y el poder de Dios

¿Quién expulsó al demonio de la hija de aquella mujer, Cristo o ella? La respuesta parece fácil, pero Jesús le dijo:

Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija.

Entonces ¿fue aquella mujer quien, a confesarle a Jesús que también los perros comen bajo la mesa la comida de los niños, realizó el exorcismo capaz de purificar a la pequeña?

Obviamente, fue el poder de Cristo el que expulsó al demonio. Pero Jesús tenía razón en su elogio a la mujer. Puedes decir: «Porque has abierto las ventanas, la luz ha entrado en la habitación». Es el sol el que ilumina, pero, si no abres la ventana, de nada te sirve que haya amanecido.

¿Recuerdas a aquellos nazarenos que, por su falta de fe, impidieron que Jesús pudiera hacer ningún milagro? Con el hombre, el poder de Dios no basta. Es necesario que nosotros, por la fe, abramos las puertas a la gracia. Jesús es muy respetuoso con las almas: no entra en casa cuando encuentra cerradas las puertas.

¡Qué valiosas son las oraciones vocales, cuando se pronuncian con fe! Son capaces de arrojar demonios y obrar milagros… por el poder de Dios.

(TOI05J)

Las patatas fritas y la salvación del alma

En dos mil años, hemos evolucionado poco. Si el problema de los fariseos eran las carnes sacrificadas a los ídolos y la sangre de animales, ahora son las grasas polisaturadas, los hidratos de carbono, la «comida basura», los alimentos procesados y la bollería barata. ¡Guerra al colesterol! No digo que esté mal, es bueno cuidarse y tratar de vivir muchos años para servir a Dios. Pero…

Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Unas patatas fritas pringosas, crujientes y deliciosas pueden convertir tus arterias en una fábrica de colesterol, pero al corazón no llegan. Nadie se va al Infierno por unas costillas de cerdo con salsa barbacoa.

¿Sabes cuál es el alimento que llega al corazón, y no para hacerlo impuro, sino para purificarlo? La Eucaristía.

De dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios... La Eucaristía, cuando se recibe con fervor, va introduciendo en el corazón del hombre los sentimientos de Cristo, y así expulsa todas esas pasiones más tóxicas que el colesterol.

Por tanto, ten cuidado con las patatas fritas. Pero, sobre todo… comulga mucho y comulga bien.

(TOI05X)

Manos pobres, corazón limpio

Me preguntan si es mejor comulgar en la boca o en la mano. Y siempre respondo que, puesto que ambas formas de recibir la comunión están permitidas por la Iglesia, lo mejor es comulgar con reverencia y espíritu de adoración. Tanto la boca como la mano se vuelven tronos cuando sabemos que es al Rey de los cielos a quien recibimos.

He administrado la comunión sobre manos encallecidas de mujeres que se deslomaban limpiando suelos para alimentar a sus hijos. Y he deseado besar esas manos. También hubiera besado las manos ennegrecidas de un herrero que se mataba a trabajar para llevar a casa el pan, y pensé que Jesús se sentía honrado en ese trono.

¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras? Jesús no pareció insistir mucho a sus apóstoles para que se lavaran las manos. No digo que no le importara, digo que no debió insistir mucho.

Sin embargo, le importa mucho a Jesús que recibamos el pan de vida en un corazón limpio. Comulgad con reverencia en la boca o en la mano, pero jamás –¡jamás!– comulguéis en pecado. Confesad frecuentemente, mantened limpio el corazón.

(TOI05M)

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