La playa y la Cruz

Aunque estemos en verano, aunque estés de vacaciones, aunque tengas pensado pasar la mañana en la playa… es viernes. Es día de penitencia, de mirada amorosa a la Cruz. Que no, que no quiero amargarte las vacaciones, sólo salpimentarlas. No hace falta que te vistas de sayal, el bañador está bien para la playa. Pero quizás, en lugar de dos cervezas, hoy pueda bastarte una. Y la mirada a la Cruz no te la quiero ahorrar, porque ahí está el Amor. Sin el Amor no podrás disfrutar de tu descanso.

Solo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta. Está dicho por ti y por mí. Nosotros, los suyos, le hemos ofendido. Lo vimos despreciado, desecho de los hombres, varón de dolores… y, en lugar de postrarnos, pasamos de largo a perseguir nuestro capricho. Y si nuestro capricho («tu sueño», lo llamabas tú, qué bonito) se nos escapaba, desde lejos mirábamos al Crucifijo y le pedíamos que lo pusiera a nuestro alcance. Olvidamos sus llagas.

No es incompatible, haces bien en descansar, te lo pide Dios. Pero, mientras tienes el cuerpo en la playa, ten el corazón en la Cruz. Deja que el Amor se bañe contigo.

(TOI17V)