El verdadero problema

Aquellos gadarenos que, tras saber que Jesús había liberado de sus demonios a dos hombres, le rogaron que se marchara de su país, tenían dos serios problemas. Habían perdido toda una piara de cerdos, con sus correspondientes jamones, lomos, salchichones y chuletas a causa de la estampida de los demonios. Pero el peor de sus problemas era que, además de haberse quedado sin panceta, se quedaron sin Cristo.

Me temo que compartamos problemas con ellos. Porque, cuando está de por medio la salud espiritual, a Cristo no parece interesarle el bienestar económico tanto como a nosotros. Le interesan las almas, y lo demás le parece insignificante a su lado; si hay que tirarlo, lo tira. Como cuando fue a curar a aquel paralítico y le perdonó sus pecados, pero casi olvida curar sus piernas.

Como a aquellos gadarenos, a nosotros nos importa demasiado lo material. Nuestras tragedias no son las de Cristo. Creemos que es peor el hambre en el mundo que el pecado del mundo, y nos horrorizamos si un enfermo muere, aunque hubiera confesado antes.

No es que al Señor no le importe nuestro bienestar. Es que, cuando se trata del alma, todo lo demás carece de importancia.

(TOI13X)